Por Bernardo Aguilar y otros en diarioextra.com

El Exvicepresidente Al Gore nos halagó con sus calificativos sobre los progresos que ha hecho el país a nivel de conservación. En el mismo sentido, reconocimientos nos han llegado desde los EE.UU. y otros países llamándonos “la República Verde”, o el país más feliz y sostenible del mundo. Ciertamente Costa Rica ha tenido avances ejemplares en muchas áreas. No es común el país que se anima a abrazar un modelo de gestión de áreas protegidas tan ambicioso como el SINAC, cuya esencia pretende alcanzar, en el fondo, una armonización completa del paisaje de usos de la tierra en Costa Rica dentro de un marco bioregional. Esta agresiva propuesta formó parte de toda una verdadera revolución legislativa que se gestionó en el país entre mediados y finales de los años 90.

Los avances en materia de la Ley de Biodiversidad, la Ley Forestal, la Ley General del Ambiente y la reforma constitucional al artículo 50 de la Constitución Política, consagrando el derecho a un medio ambiente sano, a la par del deber del Estado de contribuir a alcanzar el mayor bienestar con equidad para todas y todos los costarricenses, son indiscutibles partes de la marca verde del país.

Sin embargo, este prestigio y logros traen consigo el deber de rendición de cuentas cuando se desarrollan acciones contradictorias. El índice del Planeta Feliz hubiese sido mucho más alto si nuestro país no tuviera una huella ecológica creciente producto de la conducta consumista que reina sobre todo en nuestras zonas urbanas. Esta forma de actuar se encuentra conectada al impacto en nuestras cuencas hidrográficas producto de la lamentable forma en que manejamos nuestros desechos sólidos y líquidos, causando una presión desproporcionada sobre los humedales de la parte baja de la Cuenca del Río Grande de Tárcoles. Nuestro desastre urbano se refleja asimismo en la falta de planificación urbana, culpable de abundante contaminación sónica y paisajística, la subsistencia evidente del problema de la polución por emisiones y otros problemas relacionados.

Asimismo, nuestro país aún no ha resuelto los problemas de una agricultura intensiva de exportación de postres y carente de capacidad para garantizar la seguridad alimentaria. Incluso en algunos de los cultivos que pueden ayudar a alcanzarla, los paquetes de insumos son desastrosos, incidiendo en la contaminación de cuencas y destrucción de humedales.

Seguimos asimismo promoviendo un modelo de turismo a gran escala y la gradual “guanacastequización” de otras zonas del país, donde la inversión turística y el febril impulso del desarrollo inmobiliario no promueven un progreso integral de las poblaciones locales. Es la Costa Rica criticada por el reporte sobre turismo de alto impacto de Crest, en la Universidad de Stanford, la Costa Rica acusada de “lavado verde de imagen” por la Revista Time, la que declara de interés público un aeropuerto internacional en medio del humedal más importante del país.

Abrir participación. Todos estos retos son insuperables sin el trabajo conjunto de todos los sectores de Costa Rica. La tersa crítica que nos dejó el señor Gore, cuando se dirigió al país diciendo que quedaban retos pendientes, nos indica que es hora de abrir la participación ambiental en lugar de vetarla, de incluir la agenda ambiental como transversal en todas las políticas de los gobiernos central y locales, de convocar a diálogos que produzcan la implementación de un proyecto país verdaderamente verde.

Sólo mediante ese diálogo podemos alcanzar un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible, que no sea encasillable en la pobre lógica de la polarización entre progreso y conservación. Un modelo que contribuya con soluciones para aquellos que se sienten excluidos de los beneficios del crecimiento y la conservación.

Creemos que el diálogo y colaboración, respetuosos de diferencias, que el gobierno ha tenido con las organizaciones ambientalistas con ocasión del conflicto en Isla Portillos, es un buen modelo a considerar para alcanzar metas conjuntas, independientemente de cual alternativa política esté en el poder y de cuales grupos de interés, o los que los sirven, se hallen molestos por no tener una realidad polarizada.

Ese modelo de diálogo acarrea responsabilidades ineludibles de todas las partes involucradas. A pesar de todo, la democracia es naturalmente compleja. Sin embargo, estamos seguros de que en el corazón de la mayoría de los costarricenses y de aquellos que viven en este país existe una disposición de lidiar con el proceso que implica el alcanzar los frutos de diálogos semejantes. Es la vía verdaderamente consecuente para alcanzar el reto implícito que nos plantearon las adulaciones del Exvicepresidente Gore.

*Bernardo Aguilar González, Director Ejecutivo Fundación Neotrópica; Gustavo Gutiérrez Espeleta, Director Escuela de Biología, UCR; Gino Biamonte, Director APREFLOFAS; Felipe Castro Truque, Gerente Revista Poder; Mariano Salas Naranjo, Presidente FEUCR; Andrea Navas Asturias, Presidente FEITEC, Rocío Carranza Maxera.

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