Filidencio Cubillo Morales Indígena bribri, Tsuiri, Talamanca en diarioextra.com

El Estado costarricense celebra en el mes de octubre el encuentro de culturas. ¿Cuál encuentro? Dentro de la jerga académica o intelectual así se denomina lo que fue para los pueblos originarios de Abya Yala (llamada América) la vejación, dominación, imposición, el genocidio más atroz que la historia recuerda. Nada más alejado de la realidad.

¿Cómo nosotros a quienes se nos asesinó a nuestros abuelos, padres, niños, se nos violó a nuestras madres, a nuestras valerosas mujeres, vamos a celebrar el evento más abominable? ¡Hipócritas!

¿Cómo van a afirmar que el vil conquistador, el asesino de culturas, civilizaciones enteras como la azteca, la maya, la inca, actuó con honor al mezclar su sangre de Luzbel con la sangre de los hijos del Buen y Gran Sibö? ¡Degenerados! El mestizaje es fruto de ese repugnante acto de violaciones.

Ahora siguen robándonos nuestros ríos, nuestros bosques, recursos naturales, hasta el aire que hemos conservado puro. Siguen teniendo la bendición histórica de la iglesia, hablo de la organización humana, no de la Institución Divina, que como tal es infalible. También cabe destacar la labor de hombre de fe, como Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Samuel Ruíz, Leonidas Proaño, que consagraron y hasta sacrificaron sus vidas por la causa de los pueblos indígenas.

Lo mismo es emocionante recordar las palabras del extinto Juan Pablo II, “Confío a los poderes públicos y a otros responsables los votos que, en este encuentro con vosotros, hago de todo corazón, cuyos antepasados fueron los primeros habitantes de esta tierra, al tener sobre ella un especial derecho adquirido a lo largo de generaciones, o sea reconocido este derecho de habitar en ella en paz y serenidad, sin el temor -verdadera pesadilla- de ser desalojados en beneficio de otros, antes bien estéis seguros de un espacio vital, que será no solamente para vuestra sobrevivencia, sino para la conservación de vuestra identidad como grupo humano, como verdadero pueblo y nación” (Discurso a los indígenas de la Amazonía en el Arzobispado de Manaos, Brasil, 10 de julio de 1981).

Por defender este “derecho adquirido”, nuestra espiritualidad, nuestra Madre Tierra, Abya Yalam, con hidalguía y altivez, condenaron a Atahualpa, a Lempira, Nicarao, Garabito y a nuestro indómito héroe Pa-blu Presbere.

Pa-blu Presbere no necesita ser declarado héroe indígena, su hazaña, su osadía y la historia ya lo declaró; aunque se indigne el miope descendiente del abyecto conquistador.

Como dice el teólogo indígena mejicano Padre Eliazar López Hernández, siempre desafiante a la jerarquía y al sistema dominante, “lo que pasa es que, para los ojos miopes y la mente cerrada de un colonizador, los símbolos religiosos y el lenguaje ritual del pueblo resultan totalmente incomprensibles”.

 

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