Actualmente, la Universidad de Costa Rica (UCR) está bajo un gobierno de transición, se espera que para octubre de este año se tengan elecciones y así se defina quién será la nueva persona rectora de esta institución. También se definirán quiénes serán las encargadas de acompañar en las distintas vicerrectorías a la futura persona rectora. Sin duda alguna, en un contexto como la actual pandemia, es un momento clave para definir nuevos retos que finalmente busquen fortalecer el quehacer universitario.

Muchas y muchos recordarán que el señor Jensen Pennington fue el rector de la UCR desde el año 2012 hasta el pasado mes de mayo del presente año, y fueron varias las personas que estuvieron a su lado coordinando las distintas vicerrectorías de esta Universidad. Sin embargo, sin duda alguna la Vicerrectoría de Acción Social (VAS) fue una de la más cambiantes de todas, contando con tres personas distintas en esos ocho años.

Fue justo en la administración Jensen que el discurso del emprendedurismo tomó muchísima fuerza, y al mismo tiempo la Acción Social iba siendo cada vez más débil, o más bien, cada vez más debilitada. No era una prioridad definitivamente. Y es que desde que el señor ex-rector inició su campaña política en el año 2011, prevaleció la discusión de que la Acción Social en la UCR debía re-ordenarse, re-plantearse, re-estructurarse. Las razones que se dijeron fueron varias, pero sonó con mucha fuerza que se debía frenar el “desorden” interno de la VAS y ese crecimiento “amorfo” que venía dándose.

De esta manera, en estos ocho años entraron a esta vicerrectoría tres distintas formas de administrar, tres visiones completamente diferentes, pero todas con el mismo común denominador: “hay que ordenar la casa”. Pero, a pesar de que para ordenar es necesario primero reglamentar, lo cierto es que los criterios para “ordenar” la VAS fueron los de implementar un nuevo orden, y luego otro, y finalmente otro. Reglamentar la Acción Social tampoco fue una prioridad, y esto sin duda iba a terminar debilitándola.

Estos tres “órdenes” distintos decantaron en que varias veces se dieran cambios (nuevos) en la estructura interna de la vicerrectoría, re-acomodos de puestos e inclusive una remodelación del edificio. A pesar de que no era una prioridad, la necesidad de reglamentar la acción social siempre ha sido un tema urgente de atender. Se realizó un proceso participativo que buscaba diagnosticar aquellos temas necesarios de fortalecer y de cambiar. Se creyó que las cosas estaban tomando un rumbo distinto, pero nuevamente el “orden” se impuso, y todo este proceso donde participaron docentes, estudiantes y personas funcionarias no fue tomado en cuenta.

Sin duda alguna, resulta evidente el debilitamiento constante que vivió la Acción Social durante la administración Jensen Penington, culminando con una gestión (de pocos meses) que logró reestructurar la dinámica de algunos Programas de Acción Social, los cuales también se veían como parte de aquel “desorden” necesario de limpiar. A la fecha, los reglamentos (tanto de Acción Social como de Programas Institucionales) no se han logrado finiquitar, debido a los distintos cuestionamientos que se les han hecho desde muchos sectores; una consecuencia de no haber tomando en cuenta la posición de las personas que hacen acción social en la Universidad, ni mucho menos de las que conforman los Programas Institucionales de Acción Social.

Esperamos que la nueva administración que está por entrar, considere la importancia que tiene la Acción Social, no solo dentro de la Universidad, si no en general para la sociedad costarricense. No es ninguna mentira cuando decimos que es la Acción Social la cara más visible de la UCR, ya que es a través de esta que se sostienen procesos grupales y comunitarios en zonas geográficas vulnerabilizadas, trabajando con poblaciones específicas, y buscando siempre colaborar en las transformaciones que nuestra sociedad requiere.

Prosokioc