El priorizar políticas para la intensificación de la agroindustria y de las cámaras empresariales ha venido acompañado del debilitamiento de las condiciones de las comunidades para potenciar la agricultura y la producción de alimentos a escalas familiares y comunitarias. Esto ha implicado que cada vez más personas campesinas se acerquen a los trabajos en empresas productoras de monocultivos como piña, banano y palma, generando también un cambio en las economías familiares, que en ocasiones pasan a depender en mayor medida del trabajo asalariado.

Tal y como diversas comunidades lo han comentado, la llegada de estas empresas ha provocado, además de este, impactos en la cotidianidad de las personas, como la exposición a agroquímicos, el mal estado de los caminos por el peso de la maquinaria, la contaminación de fuentes de agua y un sistemático incumplimiento de derechos laborales.

Sin embargo, el contexto de pandemia que se encuentra atravesando el mundo pone nuevas discusiones sobre la mesa y evidencia aún más las desigualdades que venían sucediendo y que se intensifican. En los últimos meses, a raíz de la pandemia, ha habido afectaciones a gran escala en el sector trabajador; según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el contexto del COVID-19 se reporta el 81% de la fuerza de trabajo mundial con afectaciones totales o parciales. Para el caso de Costa Rica, según el informe de del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se estimó que unos 200 mil empleos serán afectados y que el desempleo pasaría de un 12% a un 19%. En el caso del sector agrícola, específicamente el de producción de piña, se reporta pérdidas principalmente en la Zona Norte del país, que es donde se concentra el 49% de esta producción. Según informes del presidente de la Cámara Nacional de Productores y exportadores, ha habido una afectación en el 38% de la piña, la cual está teniendo problemas de comercialización en Estados Unidos y Europa.

No obstante, a pesar de que se presenta un nuevo contexto para la economía, es necesario recalcar que aún en los momentos de mayor producción y exportación de esta fruta las condiciones de trabajo se han desarrollado bajo un constante incumplimiento de derechos. Eso se ha visto reflejado en las reiteradas denuncias y huelgas que se han realizado a lo largo de años.

Sin embargo, las condiciones han tendido a profundizarse y hacerse más evidentes con la pandemia. El Sindicato de Trabajadores del Sector Privado (Sitrasep) se encuentra denunciando que en momentos de emergencia sanitaria hay empresas piñeras en la Zona Norte del país que en su conjunto tienen hasta 750 trabajadores sin seguro, las cuales continúan incumpliendo sus deberes patronales. Por otro lado, se reporta omisión por parte de las empresas de las normas básicas del Ministerio de Salud y el equipo necesario para las medidas sanitarias y laborales.

Esta crítica situación preocupa en mayor medida debido a las características socioeconómicas que reúne la Región Huetar Norte. Según Mideplan, la actividad agropecuaria es la más importante en la región, puesto que en este sector trabaja cerca del 35% de la población. Por su parte, Morales y Segura (2017), basadas en el Censo Agropecuario del 2014, señalan que “hay una relación directa entre pobreza, empleo agropecuario y extensión agropecuaria” (p.226).

Por otro lado, la presencia reiterada de bajas calificaciones en índices como el de Desarrollo Social de Mideplan y el de Competitividad Cantonal del Observatorio del Desarrollo de la UCR, son muestra de la condición de vulnerabilidad en la que se ha colocado a las regiones fronterizas y costeras del país. Oportunidad que ha sido aprovechada por la agroindustria de la piña, la cual ha captando mayores rentas a partir de su creciente control del mercado de trabajo, del acceso a mano de obra transfronteriza y del incumplimiento de derechos laborales.

Este periodo de crisis puede dar paso a un sinfín de debates entorno a manejos y decisiones políticas y también a cómo repensar las relaciones con otras personas y la naturaleza. Lo cual permite recalcar la importancia de la soberanía alimentaria y las formas de producción de alimentos frente al modelo agroexportador que nos han vendido las élites político-económicas del país. Así como abrir discusiones alrededor de las grandes desigualdades que existen entre las regiones fronterizas y costeras y lo que conocemos como la GAM. Pero definitivamente, lo que nos debería de ocupar hoy, en el corto y mediano plazo, son las respuestas que desde lo local se pueden articular para hacer frente a la crisis, y que ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema.

Fuente: https://semanariouniversidad.com/opinion/las-desigualdades-en-la-ruralidad-se-evidencian-mas-en-tiempos-de-pandemia/

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