Por Tatiana Lobo. Este lunes 12,  agentes del Organismo de Investigación Judicial irrumpieron sorpresivamente en la UCR.  El movimiento estudiantil intentó sacarlos del campus pero  ellos sacaron la porra.  Casualmente yo andaba por ahí.  ¡Nunca me fue tan amarga la calle!  Como si los que estaban adentro fuesen pocos, llegaban más agentes en moto.  Se dijo que había  más de 40.

Entraron violando la autonomía universitaria. Golpearon  a muchachas, muchachos  y docentes.  Se llevaron algunos.  No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que las declaraciones del sr. Rojas, director del OIJ, parecen una leyenda preparada  con antelación a los hechos. Su excusa es inverosímil. Todo en este operativo es absurdo. ¿Quién va a creer que la persecución   de un  pequeño delito, que además no se ha probado,  amerite un despliegue policial adecuado para  la captura de un asesino en serie? ¿No se da cuenta el sr. Rojas de la desproporción? ¿Y de verdad pensó que el estudiantado permanecería manso ante la agresividad de la fuerza bruta?  Fue la  barbarie contra  la inteligencia, la porra contra el libro, asimetría que se repitió cuando la prepotencia del director Rojas ignoró los argumentos de la rectora González. 

Atacar a la población estudiantil, indefensa, en su propia casa de estudios,    es algo tan torpe que solo se explica como experimento  acción-reacción para evaluar  estímulo y respuesta. Grave. Más grave todavía es poner  maliciosamente en duda la legalidad de la autonomía universitaria, respetada durante 70 años.  Coincidentemente, la situación generó  una avalancha de opiniones  encaminadas a despojar a la UCR de su autonomía real. Todo esto huele a pacto conversado.

Lo ocurrido el  12 de abril de 2010  fue una provocación, un sondeo para medir respuestas a la represión. Una acción planificada. No fue un   “zafarrancho”, como dijo  canal 7, confundiendo al sr. Rojas con Chirriche y al campus universitario con un redondel. ¿Qué sigue ahora? Quizá lo de siempre: la Asamblea Legislativa donde la ley hace trucos de magia. Cuando el Derecho usa garrote, todo se vuelve al revés. Y al revés estamos desde que apareció el TLC.

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