Editorial del Programa de Radio Voces y Política, 3 de febrero del 2021

Este año 2021 se conmemoran 200 años de “vida independiente” de la República de Costa Rica.  Los pueblos ocupan de espacios comunes de identidad y pertenencia y fechas como estas proporcionan simboles y elementos que podríamos decir ayudan a construir ciudadanía.  Este tema del Bicentenario puede ser abordado desde muchos ángulos.  Esperamos desde este espacio radial brindar un aporte crítico y autocrítico al significado de construcción de una nación independiente.  ¿Qué significa hoy día ser una república independiente?

Nos parece necesario iniciar nuestra programación con un balance crítico sobre el porvenir inmediato de nuestra nación hoy sumida en múltiples contradicciones entre la que sobresale la pandemia y sus efectos sociales, económicos, políticos y culturales.

Parece ser que la primera parte del siglo XXI será recordada por la crisis del Covid 19.  Esta pandemia aceleró muchas de las vulnerabilidades y deterioro que ya venía mostrando el régimen político costarricense tanto en su estructura como en su superestructura.

Los efectos sobre el modelo productivo neoexportador y financiero, tan dependiente del mercado exterior y de las inversiones extranjeras, de la globalización en última instancia, está sufriendo un agotamiento prematuro.  Esto que le ocurre a la mayoría de economías mundiales tiene sus características propias en nuestro país.  Un régimen fiscal regresivo con déficit acumulado y basado en impuestos débilmente gestionado, con importantes indicadores de evasión y elusión, basado en la exportación de frutas, promoción turística ambiental y atracción de inversión extranjera directo en maquila tecnológica ha colapsado.  Una mayoría legislativa y una elite empresarial vienen impulsando como respuesta a la crítica situación fiscal la reducción del estado público y por lo tanto de la planilla estatal.

Esta tensión entre lo público y privado se ha puesto en NEGRITA en el último año ya que los efectos de las políticas de atención a la pandemia han generado desigualdades importantes.  Se requiere de mayor gasta social pero las elites dominantes se oponen argumentando el desequilibrio presupuestario y el aumento déficit.  Un acuerdo reciente con el FMI muestra como la administración Alvarado, aunque se mueve en las aguas turbias que genera la tensión publico privado, ha venido tomando decisiones ajustada a las demandas de estas élites económicas y políticas.  El empobrecimiento de los sectores informales, obreros y campesinos se ha acelerado y las capacidades estatales de su atención se ven limitadas.  Una clase media amenazada de muchas maneras se ha venido deteriorando.

La pandemia ha exacerbado también la epidermis valórica de este régimen independiente azuzada en los últimos años por diversas manifestaciones conservadoras y fundamentalistas en lo religioso y en su comportamiento cultural político.  Asoman símbolos de extremismos y populismos que no se pueden dejar de mirar y que podrían desencadenas manifestaciones de violencia política y social de diversa índole e inéditas.

El calendario electoral rumbo a febrero 2022 inició formalmente en diciembre del año pasado.  Tantos partidos como candidaturas han aflorado y seguirán saliendo como agua debajo de las piedras.  Aunque parece que la competencia tiende a concentrarse en una oferta de centro hacia derecha.  El progresismo y la izquierda parecen relegados en este momento de la historia de esta patria independiente.

Una creciente inseguridad y violencia social potenciada por el narcotráfico y con diferentes manifestaciones de criminalidad y delincuencia con impactos sobre grupos vulnerables impacta la sociedad. A esto se le suma una ya importante cantidad de fallecidos por la pandemia y la situación crítica de crecimiento del contagio tipo rebaño del COVID-19.

En esta especie de “Pandemónium” es que parece discurrirá este 2021.

 

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