Turismo en la zona sur

Steven Lill Presidente Fundación Corcovado nacion.com

Hace 10 años Costa Rica ostentaba el título de líder mundial del ecoturismo gracias a los esfuerzos realizados por líderes visionarios para proteger la riqueza biológica y escénica de este país. Lamentablemente, la situación del país en este momento es muy diferente. El Estado promueve un desarrollo turístico totalmente desligado del concepto de turismo al que Costa Rica ha estado apostando.

Cuando se observan los modelos de desarrollo turístico masivo que se han ejecutado en México o Republica Dominicana, se encuentra una gran decepción al detectar como este tipo de desarrollo beneficia mucho a unos pocos. Los pocos beneficiados son normalmente inversionistas extranjeros que se llevan sus réditos a sus países, dejando a las comunidades locales con las manos vacías. De acuerdo con las estadísticas generadas por la Organización Mundial del Turismo para estos dos destinos solo un 10% del dinero desembolsado por los turistas se queda en el país.
Ecoturismo. De acuerdo con el informe del Estado de la nación del 2004, el 40% del dinero que desembolsan los turistas en Costa Rica se quedaba en el país. El modelo de ecoturismo que Costa Rica viene desarrollando permite que los costarricenses de todos los niveles puedan tener acceso al dólar turístico, como microempresarios y no como empleados. En las comunidades donde se desarrolla el ecoturismo, los turistas llegan en carro alquilado o en bus, buscan taxis, compran refrescos en la pulpería del pueblo alquilan caballos en los locales, almuerzan en la Soda de Doña Rosa y cenan en el restaurante del centro. El dólar turístico se democratiza y su distribución alcanza toda la comunidad directa o indirectamente.
Los desarrollos masivos que vemos al norte de nuestro país, si bien es cierto ofrecen trabajos a las comunidades, no permiten que estas se desarrollen. Alrededor de estos no se observa el crecimiento de pulperías, abastecedores, empresas tour operadoras, o transportistas. Los turistas son llevados en grandes buses a los hoteles donde se alimentan, entretienen y hospedan y así como entran, salen sin conocer nada de la comunidad que visitaron, sin interactuar y sin dejar ni un cinco fuera de los límites de estas megas ciudades de la recreación.
Ejemplo de esto es Guanacaste norte, en el cual se observan enormes inversiones turísticas, sin embargo, se siguen presentando los índices socioeconómicos más bajos. Además de una serie de problemáticas, incluyendo limitaciones en el suministro de agua, ya que los hoteles necesitan agua para sus campos de golf y sus múltiples piscinas.
Biodiversidad en peligro. La zona sur de Costa Rica y especialmente la península de Osa, como menciona doña Margarita Penón en su artículo del lunes 22 de agosto en La Nación, es un tesoro nacional por su enorme biodiversidad y belleza. Acá se apuesta a la promoción del turismo responsable y sostenible, al desarrollo de redes de turismo rural comunitario y a la búsqueda de alternativas que puedan acoplarse a las necesidades de nuestro frágil ambiente.
Un aeropuerto internacional, por más verde que quiera ponerse, viene a cambiar esto dramáticamente, ya que por su naturaleza este no podría sobrevivir del turismo que atrae la zona en este momento. Sería necesario turismo masivo, cadenas hoteleras y la entrada de franquicias internacionales para hacerlos económicamente viable. Osa ya no sería Osa, sería otro Guanacaste, y tal y como menciona el que artículo de La Nación del 25 de julio sobre Guanacaste, ese modelo no conlleva necesariamente desarrollo humano. Concuerda con este artículo, los estudios realizados por CREST (Center for Responsible Travel) sobre este tema. Como dijo doña Margarita, la riqueza real de nuestro país consiste en la biodiversidad y en nuestra gente. No matemos la gallina de los huevos de oro.

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