Escrito por Óscar Núñez Olivas en semanario.ucr.ac.cr

El World Resource Institute (WRI), un prestigioso organismo domiciliado en Washington, ha ubicado a Costa Rica como primer país del mundo en uso de agroquímicos, con un alarmante récord de 51 kilogramos (kg) de ingrediente activo por hectárea (Ha) agrícola por año.

El dato es puesto en duda por organismos nacionales especializados en el tema, en particular por el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), de la Universidad Nacional, que ha realizado una ardua investigación sobre el tema, acopiando información de las últimas tres décadas.

María Luisa Fournier, una de las investigadoras del IRET, estima que la cifra real es algo más de 20 kilogramos de ingrediente activo (el componente tóxico de los preparados) por cada hectárea agrícola, pero ello –afirma- de ninguna manera es motivo de tranquilidad porque, aún con esa corrección, seguimos siendo uno de los países con más alto índice de uso de agroquímicos en el mundo.

De hecho, según el WRI, el segundo país con mayor consumo de estas sustancias en América Latina es Colombia con 16,7 kg. por hectárea, lo cual considera excesivamente alto, seguido de lejos por Ecuador con 6 kg.

Pero más preocupante aún que los volúmenes de tóxicos que expresan esas cifras, es la tendencia: Costa Rica, que no es productor de agroquímicos, los ha venido importando desde la década de 1970 a un ritmo creciente y acelerado, que no se corresponde con la expansión de la frontera agrícola.

Puesta en números, la gravedad de la situación se hace más evidente: en 1977, con unas 345.000 hectáreas dedicadas a la agricultura, el país importó 2.800 toneladas de plaguicidas. En el 2006, con unas 451.000 hectáreas sembradas (30.7% más de territorio), la importación de esos productos llegó prácticamente a las 12.000 toneladas  (328% más de agroquímicos).

“Tenemos un problema ambiental muy importante en este país, porque el uso de plaguicidas está impactando los ecosistemas, la vida silvestre, las aguas subterráneas y superficiales y la salud de las personas”, aseveró Fournier.

IMPACTO EN LA SALUD

El Programa Infantes y Salud Ambiental (ISA), también de la Universidad Nacional, desarrolla desde hace seis años una investigación con niños escolares de 6 a 9 años en el cantón de Talamanca, en la provincia de Limón, donde se utiliza agroquímicos intensivamente.

Dicho estudio también ha involucrado a un importante número de mujeres embarazadas en Matina, donde las prácticas de fumigación de las compañías bananeras son similares a las de Talamanca.

En ambos cantones caribeños, las empresas realizan fumigaciones aéreas varias veces a la semana, que complementan con aplicaciones manuales también frecuentes.

Douglas Barraza, uno de los integrantes del equipo, explicó a este Semanario que los primeros resultados de las investigaciones son preocupantes.

Se ha determinado que muchos niños en las poblaciones investigadas en la región de Talamanca (Amubri y Shiroles) presentan significativas concentraciones de sustancias tóxicas en la orina, particularmente de etilenotiourea (etu), que es un metabolito del Mancozeb.

Las pruebas de laboratorio se han realizado en la universidad sueca de Lund, que está asociada con el proyecto de investigación.

“Se ha podido establecer que los niños (en esos cantones) están altamente expuestos a ese y otros plaguicidas y hay una asociación entre esa exposición y su desarrollo neurológico… Los más altamente expuestos tienen más problemas para aprender, son más lentos y también más inquietos”, detalló Barraza.

En Matina se ha encontrado un alto contenido de manganeso (uno de los componentes del Mancozeb) en el cabello de las  mujeres embarazadas que participan en la investigación, lo que hace suponer que  también los fetos podrían estar expuestos al tóxico, puesto que este es fácilmente absorbido por la placenta.

Los riesgos no se limitan a un problema de aprendizaje. Estudios realizados en diferentes países han llegado a la conclusión de que la exposición prolongada a esas sustancias tiene efectos cancerígenos, teratogénicos y mutagénicos, que se hacen perceptibles con el tiempo.

SUELOS Y AGUA

Si bien es cierto que los trabajadores agrícolas y los habitantes de zonas rurales en general son los más afectados por la contaminación con químicos tóxicos, lo cierto es que toda la población está de una manera u otra expuesta a sufrir los efectos nocivos de las malas prácticas agrícolas.

Estudios recientes del Laboratorio de Análisis de Residuos de Plaguicidas, de la Universidad de Costa Rica, reflejan la presencia de sustancias como diuron, bromacil y triadimefón, en fuentes de agua en varias comunidades del Caribe y la zona norte. Estas sustancias son  precisamente las que usan las empresas dedicadas a la producción de piña de exportación.

El agua de estas fuentes es distribuida por los acueductos locales para consumo humano.

Además, los tóxicos quedan residualmente en los suelos y están presentes en los productos vegetales que  consumen las personas y que se venden en las ciudades sin ningún control previo sobre los grados de contaminación.

Algunas comunidades del país han empezado a cobrar conciencia de los riegos a que se encuentran expuestas y están dando luchas puntuales para que se establezcan controles rigurosos e incluso se suspendan las actividades de aquellas empresas que no garanticen la protección del ambiente.

Sin embargo, la respuesta del Estado frente a estas demandas de las comunidades es aún débil.

Una fuente del Ministerio de Salud en la región del Caribe consultada sobre el tema -la cual pidió el anonimato-, admitió que de parte de esa dependencia no existe ningún tipo de control sobre el uso de agroquímicos, los métodos de aplicación, ni medidas para proteger a los vecinos de las grandes plantaciones.

Lo único que hace una oficina de ese ministerio es llevar un registro de los casos de intoxicación que son reportados por los hospitales de la zona. Sin embargo, dijo que este año no se había reportado ningún caso, lo cual a su parecer resulta bastante extraño.

EL ORIGEN DEL MAL

Desde la década de 1980, el país fue abandonando la agricultura de consumo interno por “recomendación” de los organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que pregonaron el modelo de exportaciones como la tabla de salvación para los países en desarrollo.

Las áreas dedicadas a productos como el arroz, los frijoles y el maíz fueron achicándose año con año, mientras se expandían los dedicados al comercio internacional.

Así, el melón pasó de ocupar 2.375 Ha en 1990 a 11.200 en el año 2006, es decir, casi se quintuplicó. En ese mismo periodo, la naranja pasó de 10.757 Ha a 23.000, y la palma aceitera de 17.700 a 56.625.

El caso de la piña es el más representativo, pues en 15 años pasó de 6.050 hectáreas a ocupar 38.500, según las cifras del IRET.

Los estudios muestran que son estas actividades, principalmente, las responsables de la explosión en las cifras de importación de agroquímicos. De hecho, las zonas en que se cultivan productos como piña, banano, melón, naranja o palma aceitera, son las más intensivas en uso de plaguicidas: 30, 40 y hasta 50 kg de ingrediente activo por hectárea.


Algunas cifras de importaciones

- La cantidad de plaguicida importado por cada habitante de Costa Rica (en 2006) es de 2,67 kg.

-La cifra por habitante agrícola es de 6,5 kg de ingrediente activo.

-Por trabajador agrícola es de 47,13 kg de ingrediente activo. Si se reduce a esta cantidad el porcentaje de agroquímicos reexportados, la cantidad es 35,3 kg.

Los cinco agroquímicos más usados (1977 -2006)*

Producto           Kg.i.a.(**)                 % del total

Mancozeb                   47.800.998                             25.8

Clorotalonil                14.330.793                               7.7

Tridemorf                      7.085.685                              3.8

Maneb                          2.006.199                               1.0

Propineb                       1.359.887                               0,7

*Fuente: IRET

(**)  Kilogramos de ingrediente activo

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